GOLPE DE ESCÁNDALO

 

gorda

Walter Gargano  dijo  lo que muy pocos se atreven a revelar.

El jugador uruguayo de Monterrey entrena ahora con “las básicas”  (sub 20) cómo él dice, debido a “desacuerdos” con el estratega Antonio Mohamed.

Según lo mencionado por Gargano, el  “Turco”  se quedó  con parte de su contrato, lo que sería una real y grandísima tontería del estratega ya que  es uno de los que más ganan en México, junto con el “Tuca” Ferretti y el “Piojo” Herrera.

Mohamed reta a Gargano para que compruebe lo dicho o se retracte. Los directivos regios piden pruebas. ¡La gorda se armó!

Cuando hay desavenencias entre jugadores y técnico, no significa nada o no es raro, pues. Pensamos que en el diario vivir, como seres humanos,  nos encontramos con diferentes maneras de  ver las cosas, dentro o fuera de cancha. Digamos que hasta ahí todo va normal.

Pero cuando el técnico quiere parte del dinero que se ganan los jugadores para contratarlo, eso sí  es una flatulencia.

“No es un solo jugador, sino varios”, dijo Gargano y agregó “a mí no me gusta que me estén tocando mi dinero… no me gusta tampoco que jueguen con la comida de mis hijos”.

La mala leche del “Turco”  ha quedado al descubierto. Negociar de esa manera debe ser castigada.

El problema es que eso sucede muy frecuentemente.

Desde hace mucho, pero mucho tiempo ya no existe la honradez  en el futbol. Desde la silla principal de la FIFA, hasta el club más modesto se hacen negocios con los jugadores, con las sedes, las plazas, con los indultos a equipos infractores.

¿Qué pasará con los chavos que llegan a Primera División como el xalapeño Bryan Colula?

¿Entenderán que el mocharse es algo inevitable si quieren  alcanzar la gloria,  la recompensa, el honor?

Seguramente  es “carne fresca” para los buitres con saco y corbata, ocultos tras el brillo de los exitosos, dominadores de la “industria subterránea”.

Hace unos años conocimos a un entrenador que vino a dirigir al Atlético Xalapa, equipo de Tercera División que estuvo a un pasito de ascender a Segunda División.

El club era presidido por don Carlos Torres, un empresario regiomontano que se caracterizó por  su sencillez y deseos de apoyar al futbol y a los futbolistas, principalmente de esta capital.

El equipo era gerenciado por nuestro amigo Leobardo Jiménez, orgullo de Jilotepec.

Entonces llegó el referido entrenador cuya carrera como jugador de los Pumas había trascendido hasta ser seleccionado nacional.

Lo antipático y altivo de su ser se le puede pasar por alto, porque en cuestiones  de personalidad cada quien tiene las suyas. El problema fue cuando empezó a “sablear” a los jugadores pidiéndole cuotas para meterlos a jugar.

Obviamente que eso terminó en el cese del estratega que, por cierto, no generó nada bueno en el  accionar del conjunto.

Hay otros ejemplos que podemos citar, algunos muy frescos. Lo haremos en otra oportunidad.

Volviendo al tema Gargano-Mohamed, es difícil romper el mecanismo mercantil que se ha generado durante muchos años en el futbol profesional mexicano. Los promotores y representantes se asocian con directivos y entrenadores  para colocar uno aquí y otro allá. Mueven piezas y “todos” salen ganando.

Punto final.