El 6 de abril de 1896 se abrieron en Atenas
los primeros juegos de la era moderna
Los críticos de la Roma clásica ya recordaban que los griegos se quejaban de que el teatro era un arte en decadencia, y el barón Pierre de Coubertin, un noble francés que si de algo sabía era de clásicos helenos y de espíritu animal, lanza en 1.890 lanza el grito de alarma de que, justo cuando anochecía el siglo que lo había visto nacer, el Deporte corría un grave peligro de degeneración. “El espíritu mercantil amenaza con invadir los círculos deportivos”, alerta.
“El deseo de ganar está alimentado muy a menudo por algo diferente a la ambición de una distinción honorable. Si no queremos que el Deporte degenere y muera una vez más, hay que purificarlo”. De este espíritu y ánimo purificadores nacieron en 1894, en el Congreso de París organizado por De Coubertin, los Juegos Olímpicos, cuya primera edición se inauguró en Atenas el 6 de abril de 1896, lunes de Pascua, hace exactamente 120 años.
Los Juegos se celebraron durante dos semanas en la capital griega, entonces una pequeña ciudad de 130 mil habitantes, herederos en espíritu de los Juegos que en la antigüedad se celebraron durante siglos en el hermoso y fecundo valle de Olimpia, no muy lejano de Atenas. Los inauguró el rey Jorge I de Grecia en el Estadio Panathinaiko, reconstruido con mármol pentélico, tal como lo había construido hacía 20 siglos Herodes Ático, gracias a la contribución generosa de Jorge Averoff, magnate, multimillonario y mecenas.
Participaron 245 deportistas (todos hombres) de 15 países –Grecia, que dominó el medallero, con 45 metales, Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido e Irlanda, Hungría, Dinamarca, Austria, Suiza, Australia, Chipre, Egipto, Italia, Suecia y Esmirna—que compitieron en nueve deportes: atletismo, ciclismo, esgrima, gimnasia, tiro, natación, tenis, halterofilia y lucha.
El héroe de la competición fue un pastor de 25 años, hijo de campesinos de Marusi, llamado Spiridon Louis, ganador del maratón en 2 horas y 55 minutos, una prueba para la que se había estado entrenado un año en el campo. Aquel día, el último de los Juegos, el estadio se desbordó, con más de 150 mil espectadores jubilosos cantando la grandeza de Grecia y sus gentes.
Cada cuatro años después de Atenas se organizaron Juegos Olímpicos, que se han convertido en sinónimo de desmesura y de corrupción a veces y en el mayor escaparate de la gigantesca industria deportivo-patriótica en los que han participado ya unos 145 mil deportistas. En los últimos Juegos celebrados, los de Londres 2012, que generaron un impacto económico de unos 6 mil millones de euros, participaron 10.568 deportistas (un 44% mujeres) de 204 países que compitieron en 28 deportes para deleite y pasión de unos 4.800 millones de personas de todo el mundo, que los contemplaron por televisión.
Los próximos Juegos Olímpicos que se celebren, los de Río de Janeiro el próximo mes de agosto, serán la edición número 28. La cita olímpica, sinónimo también de tregua de paz en un mundo siempre en conflicto, especie de guerra incruenta en sí, solo han dejado de celebrarse por culpa de las guerras mundiales del siglo XX, en 1916, 1940 y 1944.