Como pleito de familia, el Tri abandona la concentración con la “frente marchita”.
Así volverán los jugadores a sus respectivos equipos y ciudades, como lo dice el inmortal tango de Carlos Gardel “Volver”.
La letra de esta composición evoca la sensación de fracaso. El retornar a una ciudad luego de «hondas horas de dolor».
Ah, pero antes algunos aprovecharán su estancia en la sede mundialista o algún país vecino para tomarse un descanso y drenar el efecto catarsis.
Luego del oprobio se recrudece la polémica. Los unos contra los otros, con la desfachatez de un técnico (Martino) que se carga toda la culpa como un acto expiatorio que, a final de cuentas, pasará pronto.
Su gran pecado fue armar al Tri a “modo” para que «su Argentina» no sufriera demás. Dejó suelto al mejor jugador del mundo a sabiendas de que sus piezas «bloqueadoras» no serían capaces de detenerlo.
Sabía que Edson Álvarez hubiera secado a Messi. Armó elesquema con dos puntas sin un centro delantero que remachara las acciones.
Metió a un novel jugador por derecha (Chávez) quien, despavorido, no pudo con sus emociones.
Alineó a Guardado, el “abuelo”, con mucha enjundia, pero sin el nivel para soportar el voltaje de un juego muy físico.
Pero eso ya es historia, maloliente y reciente, pero ya quedó atrás. Ahora viene lo lógico, encontrar a un técnico que tenga más carácter, más porte y talante para llevar al Tri a su mejor papel de toda su historia cuando se juegue el Mundial 2026. Pero antes…”Volver con la frente marchita… y aunque no quise el regreso (al menos en la primera fase)… las nieves del tiempo platearon (de muinas) mi sien”, etcétera.
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