A nadie sorprende que el equipo varonil de futbol de Halcones UV haya concluido prematuramente su participación en la Universiada Nacional 2018 celebrada en Toluca, Edomex.
De ahí que la palabra fracaso inunde la atmósfera universitaria.
Pero conviene utilizar esa palabra con severo cuidado. Se puede hablar de frustración, pero no de fracaso.
Hasta donde se sabe el contrato de Emilio Gallegos con la UV no incluye que debía ganar medalla en la Universiada UAEM 2018.
La apalabra fracaso no puede definir la trayectoria de quien ha ganado medallas de oro y bronce en la justa universitaria. De ascensos de equipos profesionales, de formación de jugadores y de otros logros.
Con la mitad de estos resultados algunos estrategas universitarios han podido ‘vivir de sus rentas’ y ahí están cubiertos por el anonimato, pero eso sí criticando a diestra y siniestra los sinsabores de otros.
Cierto es que los equipos de futbol, voleibol, futbol femenil de Halcones generan mucha expectación, pero nada asegura ni a Gallegos ni a nadie la medalla en una Universiada, competencia demasiado compleja y exigente.
Los entendidos saben que en el deporte hay ciclos. A pesar de la enorme cantidad de jugadores potenciales en la UV los selectivos están sujetos a un ejemplar ejercicios de supervivencia en comparación con otras universidades que presumen recursos más generosos para becar a los mejores atletas del país.
Gallegos habría fracasado si hubiera dirigido sin alma, sin sus convicciones. Halcones perdió en la Universiada por diferentes circunstancias inherentes al ADN del juego, de la competencia: la falla del delantero, las lesiones, indisciplinas, la encrucijada que desafía a los jugadores al decidir estar en el aula respondiendo a las exigencias de implacables maestros o estar en la cancha preparándose para representar a su universidad.
Halcones cayó decepcionado por una conquista que no pudo lograr. Tendrá más oportunidades de cambiar la historia.