Gerardo Gallegos Cázares, entonces vicepresidente y gerente de los Tiburones Rojos de Veracruz recibió la encomienda de activar a Xalapa como plaza de futbol profesional.
Corría el año 1990. La efervescencia de la “Tiburomanía” estaba en apogeo. Y es que el presidente de los escualos, Alfredo Chedraui, había volteado a Xalapa para revivir el futbol y las hazañas anteriores que habían dejado en el aire el DUX y la UV-Xalapa.
La idea fue promover al jugador veracruzano, poner en contexto futbolístico a un equipo que con el tiempo se consolidó como uno de los mejores de la Tercera División.
“Dado el éxito de los Tiburones había que propagar el futbol en el Estado. Entonces surgió la pregunta de cuál sería la plaza más adecuada en ese momento. La respuesta fue Xalapa.
“Entonces Alfredo (Chedraui) me apoyó inmediatamente para aterrizar el proyecto. Siempre estaba atento a lo que Delfines hacía. Cada semana preguntaba por el equipo y cómo le había ido en la jornada.
“Entonces pusimos manos a la obra. Empezamos a estructurar todo. Nuestra intención fue sacar a flote a Delfines de Xalapa apoyando en lo que más se pudiera.
“Uno de los pasos importantes fue promover la plaza trayendo a jugar a los Tiburones Rojos de Veracruz con todas sus figuras.
“A los jugadores les gustó mucho, especialmente la entrega de la gente con un llenazo en el estadio Quirasco. Ese fue uno de los primeros pasos”.
Agregó que Héctor Hugo Arellano se convirtió en una pieza importante en la labor gerencial.
“Godofredo Forzán no estaba en Xalapa. Era director del Centro de Capacitación de la FMF y también estaba en América por lo que se necesitaba gente con iniciativa y capacidad de decisión. Es por eso que Héctor fue un elemento confiable. Cuando le pedías algo sabías que lo iba a hacer bien.
Delfines nombró a Julián “Alemán” Martínez como director técnico. Lo respaldó su buen papel con el equipo de UV Xalapa. Como auxiliares técnicos figuraron Mario “Chartchai” Morales, Enrique Cruz y Miguel Miguel «Baby» Maldonado (equipo piloto); Ignacio “Doqui” Hernández y Yanga Melgarejo, como médicos. En la preparación física estaba Rubén “Cuco” Hernández Meza y como masajista Servando Maldonado.
MANCHA
Cuando Delfines llegó a la final nacional de la temporada 1991-1992 todo indicaba que ascendería directamente a la Segunda “A”.
El rival en turno, San Francisco del Roncón estaba muy bien ubicado en la tabla de rendimiento, pero Delfines era mejor. Así que la confianza era mucha.
Los cetáceos visitarían al equipo del Bajío, para luego recibirlo en el Quirasco. Esa posición daba aún más posibilidades de ser campeón.
Pero ¿qué pasó en ese pequeño poblado cercano a la capital leonesa?
“La verdad todo se vino a manchar. Se tenían muchas esperanzas de ser campeones. En las juntas yo aseguraba que Delfines iba a subir, pero la gran decepción fue aquella horrible goliza (8-2) ante el San Francisco del Rincón”, recordó Gallegos.
Agregó:
“Incluso había llevado a don Carlos Miloc (q.e.p.d.) para que viera al equipo y a algunos jugadores. Tuve que convencerlo porque, siendo él una persona ya
grande de edad no quería ir. Finalmente aceptó y ¡qué mal salio! Ese partido en San Francisco fue desastroso.
“Luego al regreso de la goleada Miloc me preguntó: ‘¿Y ahora qué me dices?’.
“No sé qué decirte”, le contesté.
“Eso (goleada) no sucede todo los días”, agregó el técnico uruguayo “estoy seguro que en el otro partido (la vuelta en el Quirasco) no quedan así”.
El ex directivo y ahora director del Centro de Estudios “Las Américas” recalcó que la confianza de ganar era desbordante y que no entendió lo que sucedió.
Descartó indisciplinas por parte de los jugadores y sonrió al saber que hubo varios que pensaron en un embrujo.
“(risa) no creo en eso. De lo que sí estoy seguro es que en todo el club había un gran deseo de ganar y bueno…”.
“Lo que sí percibí es que, cuando el equipo ya iba 3-0 abajo y el rival parecía un ventarrón y te caía por todos lados no hubo ajustes en la plantilla. Los que sí fue una inmadurez técnica ya que se esperaba algún movimiento que parara esa situación y evitar ese abultado marcador.
“Julián (Martínez) nunca me supo explicar qué pasó».
‘No te puedo dar una explicación porque no la tengo’, me dijo”. CONTINUARÁ MAÑANA