En el césped impecable del estadio Aspire Zone – Pitch 3, el silbatazo inicial fue también el preludio de una lección.
México salió al campo con la ilusión de cerrar la fase de grupos del Mundial Sub-17 con una sonrisa, pero Suiza le mostró, con precisión quirúrgica, que el futbol juvenil también puede ser despiadado. El marcador final, 3-1, fue más que un resultado: fue un espejo que devolvió al ‘Tricolor’ la imagen de sus propias debilidades.
LOS SUIZOS tomaron el control del juego y desesperaron a los nuestros.
Desde los primeros minutos, los europeos marcaron el ritmo. Con intensidad, presión alta y pases verticales, el equipo suizo asfixió la salida mexicana.
A los nueve minutos, Nico Lazri falló un penal que pudo haber abierto la cuenta, pero fue apenas una pausa en el vendaval.
SUIZA y Corea comandan el Grupo F del Mundial con 7 puntos, respectivamente.
México respiró, sí, aunque solo para volver a perder el aliento. Al 16’, Mladen Mijajlovic firmó una joya: un zurdazo cruzado que se clavó en la red como sentencia anticipada.
Esperanza
El Tri aún tiene posibilidades de ingresar a los dieciseisavos de final como uno de los mejores terceros de su grupo, pero debe esperar resultados para avanzar.
Tres minutos después, la desgracia tomó forma de autogol. Félix Contreras, en su intento por despejar, terminó empujando el balón dentro. En menos de veinte minutos, el Tri ya estaba contra las cuerdas.
Carlos Cariño, desde la banca, veía cómo su plan de juego se deshacía ante la velocidad y la precisión suiza.
MÉXICO quiso, pero al final todo quedó en un buen intento.
El técnico lo reconocería después con sinceridad: “Contra estos equipos no te puedes equivocar”. Y México se equivocó. Tres veces, demasiado graves, demasiado costosas. Tuvimos tres desatenciones muy graves. Terminamos por perder el partido”, acotó el estratega.
La reacción llegó tarde, pero llegó. Con orgullo, el equipo adelantó líneas y encontró en Ian Olvera y Aldo de Nigris una chispa de esperanza.
Al minuto 56, De Nigris conectó un cabezazo impecable para el descuento. Fue un gol que encendió el corazón del equipo y de quienes todavía creían.
CARLOS Cariño sacó conclusiones.
Pero el sueño duró apenas sesenta segundos. Mijajlovic volvió a aparecer para marcar el 3-1 y apagar toda ilusión.
El resto del partido fue un intento desesperado por mantener la dignidad. México tocó la puerta en el minuto 75 con otra llegada de De Nigris, pero el balón no quiso entrar. Suiza, en cambio, mostró madurez y serenidad, dos virtudes que suelen definir los torneos de esta categoría.
Cuando el árbitro marcó el final, no hubo drama, solo silencio. Un silencio que dolía porque traía consigo el eco de las oportunidades perdidas.
El Tricolor aún mantiene una ligera esperanza: avanzar como uno de los mejores terceros lugares. Pero más allá del cálculo matemático, la sensación es otra.
Este partido deja la enseñanza de que el talento no basta sin concentración, que los sueños se sostienen también con disciplina, y que cada error, en el futbol y en la vida, tiene su precio.
El Mundial Sub-17 sigue, pero México tendrá que mirarse al espejo. Tal vez esta derrota, más que un fracaso, sea el primer paso para comprender lo que se necesita para competir, crecer y, algún día, volver a soñar en grande.
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