Para un deportista, la alimentación es tan importante como el entrenamiento. Ninguna rutina, por exigente que sea, puede compensar una dieta deficiente.
El cuerpo necesita energía real, no solo calorías vacías; necesita nutrientes que reparen tejidos, fortalezcan músculos y mantengan la mente enfocada.
LA ALIMENTACIÓN mantiene vigente su importancia en los deportistas.
Sin embargo, en una sociedad donde se come “lo que sea” para saciar el hambre, no solo los deportistas, sino la población en general, se enfrentan a un problema estructural: no hemos aprendido a alimentarnos, sino apenas a comer.
En un país de sabores infinitos como México, la paradoja es profunda: comemos mucho, pero nos alimentamos poco. La tradición de una alimentación equilibrada se ha ido diluyendo entre la prisa, la industrialización y la falta de conocimiento sobre lo que realmente llevamos a la boca. Hoy, la mayoría no sabe de dónde viene su comida, cómo se produce ni qué impacto tiene en su salud o en el entorno.
Sembrar salud
En definitiva, lo que comemos define quiénes somos como cultura. Apostar por una alimentación agroecológica, local y equilibrada es sembrar salud, justicia y futuro. Y para los deportistas —como para toda persona que aspire al bienestar— esa semilla comienza en el plato.
El modelo alimentario actual —basado en la comida rápida, ultraprocesada y carente de nutrientes— no solo ha deteriorado la salud pública, sino también la economía familiar y el medio ambiente.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), más del 70% de los alimentos que se consumen en las ciudades provienen de sistemas agrícolas intensivos, dependientes de agroquímicos y de largas cadenas de distribución que encarecen el producto y contaminan el planeta.
En contraste, los alimentos locales y de temporada, producidos bajo principios de agroecología, representan una alternativa sostenible y accesible. Este modelo rescata prácticas tradicionales de cultivo, reduce el uso de pesticidas y promueve una conexión directa entre productor y consumidor.
Apostar por la agroecología no es una moda: es una decisión informada, basada en ciencia y en responsabilidad social.
La pregunta que da origen a una reflexión profunda es simple: ¿Sabes de dónde viene lo que comes?
En el marco del Día Mundial de la Alimentación, vale la pena reconocer que elegir productos locales y de temporada no solo mejora nuestra nutrición, sino que también fortalece las economías regionales.
Economía
Comer mejor no necesariamente cuesta más; de hecho, muchos de los alimentos más nutritivos —frutas, verduras, legumbres— son también los más accesibles si se adquieren directamente de productores o en mercados locales.
Reeducar el paladar y recuperar el respeto por los alimentos implica un cambio cultural. Las nuevas generaciones deben aprender que comer bien no es un lujo, sino un acto de conciencia y de autocuidado.
Iniciativas
Promover huertos escolares, enseñar sobre el origen de los alimentos y fomentar el consumo responsable son pasos esenciales para romper el molde histórico del “come lo que sea” y construir una sociedad más sana y sustentable.
En definitiva, lo que comemos define quiénes somos como cultura. Apostar por una alimentación agroecológica, local y equilibrada es sembrar salud, justicia y futuro. Y para los deportistas —como para toda persona que aspire al bienestar— esa semilla comienza en el plato.
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